top of page
  • Whatsapp
  • Instagram

Criar, trabajar, cuidarme… ¿y si no puedo con todo?

A veces siento que no importa lo que elija… siempre estoy fallando en algo.

Si priorizo estar con mis hijos, —sin celular, sin distracciones—, entonces no estoy respondiendo correos, no avanzo con mi proyecto, estoy fallando profesionalmente.

Si priorizo el trabajo, pierdo sus juegos, cenar en familia, esos momentos que no vuelven.


Fallo como su mamá.


Hoy, por ejemplo, escribir esto —que también es importante para mí— significó no llevar a mi hija a jugar, no estar con ella en la cena.

Y si me regalo un ratito para mí, el famoso ´autocuidado´, —un baño largo o leer tranquila—, eso significa no estar disponible para nadie más.

Durante mucho tiempo me hablé mal por esto. Me decía: “no soy suficiente… fallo como mamá, fallo como profesional, fallo como pareja, fallo , fallo , fallo”. Y durante mucho tiempo, esa sensación me consumía.


Pero algo cambió.


Aprendí a mirarme con compasión. No como consuelo, sino como una herramienta real.Porque la autocompasión no es excusa, es ciencia y según la Dra. Kristin Neff, no es debilidad ni resignación. Es reconocer el dolor sin castigo y la imperfección sin juicio.

Desde la neurociencia, se ha comprobado que la autocompasión activa el sistema de calma del cerebro, vinculado a la oxitocina y la sensación de seguridad. Esto nos permite salir del estado de amenaza (estrés, culpa, autoexigencia) y conectar con decisiones más conscientes. En sencillo la compasión activa zonas del cerebro que calman la ansiedad y nos sacan del piloto automático y del estado de estrés.


Y desde la psicología del desarrollo, lo que nos decimos a nosotras mismas (en voz alta), termina  convirtiéndose en el guión interno de nuestros hijos. Como plantea Daniel Siegel en El cerebro del niño, nuestros hijos aprenden no solo de lo que les decimos que hagan, sino de cómo nos tratamos a nosotras mismas. Si me trato con dureza (¨que tonta soy¨), ellos aprenden a temer al error. Pero si me trato con amabilidad, les enseño que está bien equivocarse y volver a intentarlo.


Y entonces, me di cuenta: si quería que mi hija supiera que su mundo emocional era seguro, primero yo tenía que hacer que el mío lo fuera. No perfecto, no inquebrantable, pero sí habitable. Un lugar donde también hay espacio para el error, para el enojo, para el “no puedo más”... y para volver. Y ahora te dejo algunas herramientas para desarrollar la autocompasión:


1. Empieza por el lenguaje interno

"Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo hoy."

  • Cada vez que notes un pensamiento crítico (que distraída soy), intenta reformularlo con amabilidad. Usa frases como “Esto es difícil, pero no estoy sola” o “Es normal sentirse así”. Esto reconfigura tu circuito interno para responder con calma, no con crítica​.

2. Usa el "MGI" (la interpretación más generosa)

  • Como sugiere la Dra. Becky, ante una reacción emocional fuerte (propia o de tu hijo), haz una pausa y pregúntate: “¿Cuál es mi interpretación más generosa de lo que estoy sintiendo?” Esto fomenta una mirada compasiva y reduce la autocrítica​.

3. Crea rituales de cuidado realista

  • El autocuidado no tiene que ser perfecto ni largo. Puede ser poner música mientras cocinas, escribir una línea en un diario, o simplemente respirar profundo por 60 segundos entre tareas. Lo importante no es la duración, sino la intención de poner el foco en tí.

4. Establece “límites compasivos”

  • Para ser una líder en la familia necesitamos transformarnos, muchas veces, en alguien que puede mantener límites claros con empatía. Decir “necesito 10 minutos para mí y luego estaré contigo” es un acto de autocuidado que también enseña a tus hijos a como respetar sus propios tiempos y límites​.

5. Celebra lo que sí haces

  • En vez de enfocarte en lo que no lograste hoy, pregúntate al final del día: “¿Qué sí logré hoy que me hizo sentir bien?” Este cambio de enfoque entrena el cerebro hacia la gratitud y la conexión.


Hoy sigo eligiendo. Y renunciando. A veces sigo sintiendo que no llego a todo. Pero ya no me castigo, porque entendí que la crianza no es una lista de tareas por cumplir, sino un acto de conexión. Y no podemos criar con calma si vivimos en guerra con nosotras mismas.

La autocompasión no es solo un acto personal, es una herramienta de transformación y nos permite estar mejor… y enseñar a nuestros hijos e hijas que también pueden estar bien, incluso cuando no todo sale como esperan. Hoy mi misión es clara: hacer que la crianza se sienta cercana, segura y por sobre todas las cosas que quienes la viven la sientan bien.



educación educación emocional
Karina Allendes Rosales. @FranKaeducacion

 
 
 

Comments


bottom of page